lunes, 9 de mayo de 2011

Marisa Madieri

Quitadas unas lineas recojo uno de los capítulos (apunte de un dia del diario) y es casi un relato corto ... delicioso.

Mamá me llevó al médico. Me recomendaron una colonia de verano donde poder respirar aire sano.
Un muchacho en particular atraía mi atención. Tenía la piel clara, los cabellos del color del trigo y los ojos azul cielo. Sus mejillas, siempre arreboladas, recordaban la fragancia de una fruta madura. Adriano no reparaba en mí.

Con el fin de tener ocasión de acercarme a él, me puse, con paciencia, manos a la obra. Preparé con un cartón un tablero de ajedrez y recorté muchos pequeños discos sobre los que dibujé con destreza las diferentes piezas del juego del ajedrez. Me sentía particularmente orgullosa del alfil y de la reina negros, que tenían un aspecto imponente y un poco siniestro. El juego tuvo éxito con mis compañeros y al final, por mediación de una amiga un poco mayor que yo, conseguí desafiar también a Adriano. Estaba muy emocionada. En aquella partida intenté dar lo mejor de mí y ostenté todas las técnicas y los trucos que había logrado aprender de un pequeño manual y jugando, en Fiume, con mi padre. En pocos movimientos di jaque mate a mi adversario.

Adriano enrojeció de vergüenza y desde ese momento me evitó con sumo cuidado.

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