martes, 12 de mayo de 2020

David Foster Wallace

David Foster Wallace, genio atormentado o un fenomenal ejercicio ...
De una LARGA entrevista a David Foster Wallace en 1993. Larry McCaffery / 1993 Review of Contemporary Fiction
Tuve un profesor que me gustaba que solía decir que la tarea de la mejor narrativa era relajar al inquieto e inquietar al relajado. Supongo que buena parte del propósito de la narrativa seria es proporcionar al lector, quien como todos nosotros es una especie de náufrago en su propio cráneo, proporcionarle acceso imaginativo a otros yos. Dado que sufrir forma parte ineludible de tener un yo humano, los humanos se acercan al arte en alguna medida para experimentar el sufrimiento, necesariamente como experiencia vicaria, más bien como una especie de generalización del sufrimiento. ¿Me explico? En el mundo real, todos sufrimos en soledad; la empatía verdadera es imposible. Pero si una obra de ficción nos permite de forma imaginaria identificarnos con el dolor de los personajes, entonces también podríamos concebir que otros se identificaran con el nuestro. Esto es reconfortante, liberador; hace que nos sintamos menos solos. Podría ser así de simple. Sin embargo, observamos que la televisión y el cine popular y la mayoría de los tipos de «baja» cultura —lo cual simplemente quiere decir arte cuyo objetivo fundamental es ganar dinero— son lucrativos precisamente porque asumen que el público prefiere placer al 100 por 100 a una realidad que suele componerse de un 49 por ciento de placer y un 51 por ciento de dolor. En tanto que el arte «serio», que no se dirige principalmente a sacarte el dinero, tiende a hacer que te sientas incómodo, o te empuja a esforzarte para acceder a su disfrute, del mismo modo que en la vida real el placer es consecuencia del esfuerzo y de la incomodidad. Por tanto es difícil que el público, especialmente el joven que ha sido educado para esperar que el arte sea 100 por cien placentero y para recibir ese placer sin esfuerzo, lea y aprecie la narrativa seria. Eso no es bueno. El problema no es que el lector de hoy sea tonto, no lo creo. Simplemente se trata de que la televisión y la cultura comercial le han enseñado a ser una especie de vago e infantil en lo que respecta a sus expectativas. Esto hace que intentar llamar la atención de los lectores de hoy implique una dificultad imaginativa e intelectual sin precedentes.

domingo, 28 de agosto de 2016

El Coronel no tiene quien le escriba. G García Márquez

Gabriel García Márquez
El Coronel no tiene quien le escriba

Ed. Mondadori
95 pg.

            En la novela está la maestría de la pluma (la técnica) , y debajo de ese disfrute de la literatura, está lo que quiere transmitir (el concepto). Eso dicen que hay que ver en una pintura la técnica y el concepto. Frente a la bondad, rectitud y esperanza mantenida en el tiempo (15 años esperando) y en distintas personas; está la injusticia del gobierno.
            En general los comentaristas de la Obra (no se si el propio autor, no he investigado) apuntan a los símbolos que aparecen en la obra:
Censura: hace gracia lo que escribe "Desde que hay censura los periódicos no hablan sino de Europa.", "lo mejor será que los europeos se vengan para acá y que nosotros nos vayamos para Europa. Así sabrá todo el mundo lo que pasa en su respectivo país.
Carta que no llega y la esperanza del receptor. Luego ¿comparte su esperanza con el gallo? O ¿el gallo le une a su hijo?
Religión la mujer religiosa y a la vez ¿desesperanzada?. ¿La “Censura“ del cura con las campanadas?

            1. Emoción, desconcierto, incertidumbre. Me gustaría quedarme con un D. Quijote (Coronel) y un Sancho (la mujer). La literatura es de diez, en un relato muy breve que te relanza en cada capítulo sin decaer.

            2. Soy creyente y obviamente no me agrada que se pretenda criticar a la iglesia o “ridiculizar” el sentido religioso de la mujer. Si bien es cierto que en otras obras del autor es más explícito y “agresivo”.


Nota: 8

lunes, 22 de agosto de 2016

Nieve en otoño. Irene Némirovski


Irene Némirovski
Nieve en  otoño

Ed. Salamandra
93 pg.

     Pienso que la vida de Irene Némirovski es aún más apasionante que sus libros. Nació en 1903 y fue asesinada en Auschwitz en 1942. Con una infancia infeliz y solitaria; huyó de la revolución bolchevique y se estableció con sus padres en París en 1919, donde estudió letras en la Sorbona.
            Dejó a sus dos hijas una maleta que éstas conservaron durante decenios, en ellas encontraban el manuscrito de Suite Francesa que se publicó 2004 y fue todo un fenómeno editorial

            El New York Times la había bautizado, por la capacidad para reflejar las contradicciones de la vida y sus complejidades morales, como la sucesora de Dostoievski.

            1.  Un Breve relato sobre el exilio y la nostalgia. Acabas con la sensación de haber realizado un intenso viaje emocional. Alrededor de un personaje el aya de una familia, separada, obligada a huir y arruinada por la guerra.

            2. De reprocharle algo, pues que parece más un soltar el bolígrafo para dibujar unos personajes que contar una histotia.


Nota: 9

jueves, 18 de agosto de 2016

El instinto de la Felicidad. Andre Maurois

André Maurois
El instinto de la Felicidad

Ed. Planeta
139 pp.

         Tenía ganas de leer algo de este autor, y mi encuentro casual con él no ha sido vano.

          El silencio como un instrumento imprescindible para la conservación de la felicidad. El amor se hace cómplice del silencio; es una breve historia donde la verdad es una realidad que no puede ser compartida.

         Se va desvelando la historia de una mujer y su marido a partir de la boda de su única hija.

         1. Una historia sencilla, con momentos de intensidad psicológica, que cuando parece que te recuperas vuelve con otra historia. Breve. De ágil lectura. Muy bien escrita. El tener que contar o no “todo” en el matrimonio y el “derecho” a una intimidad, es algo que indirectamente también se aborda. Creo que es interesante y te ayuda a pensar …solo y …con otros.

         2. No sabría decir que echo de menos, quizá cerrar la historia.


Nota: 9