Parece ya generalmente aceptado que la esencia de la poesía no ha de ser definida en función de la
presencia de ciertos contenidos, ni del uso del verso o la rima, ni de la elección de determinados elementos
léxicos o sintácticos, sino más bien en términos semánticos, aunque no se pueda
negar que en el
plano semántico a menudo ejercen una influencia importante elementos de otros
órdenes.
Conviene
explicar que por plano semántico no entiendo aquí -sería una contradicción—
los contenidos o significados del texto, sino su modo de
significar, el tipo de significación que en él se
hace, que en el caso del lenguaje poético es básicamente figurado.
La lectura de poesía exige del lector una especie de
continua (aunque también en gran medida inconsciente y automatizada)
confrontación entre lo que lee y lo que podríamos llamar su experiencia de la
realidad, para, primero, esclarecer el modo de significación de lo que está leyendo y, subsiguientemente, determinar
si lo que lee es poético no.
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