Isak
Dinesen (baronesa Karen Blixen) Nacida en 1885, era diez
años menor que Mann, cinco menor que Musil, tres
menor que Joyce, dos menor que Kafka, uno menor que
Broch, tan sólo doce mayor que Faulkner. Es decir,
era una estricta escritora contemporánea. Sin embargo, poco o nada tuvo que ver
con ellos … resultó escritora casi sin proponérselo …Tardía
En
África había comenzado a escribir -pero sobre todo a contar- para
deleitar a aquel amante anticuado e inquieto, a sus pocos amigos europeos, a
los indígenas con quienes convivía. Con estos últimos, oyentes tan espléndidos
como los niños, formó su estilo… "Pero
antes -de redactar los dos primeros de sus famosos Seven Gothic Tales-
aprendí a contar cuentos... tenía el auditorio perfecto. Los blancos ya no son capaces
de escuchar un cuento recitado. Se remueven o se adormecen. Pero los nativos
todavía tienen oído. Yo les contaba cuentos continuamente, de todo tipo. Y todo
tipo de disparates. Yo decía: "Había una vez un hombre que tenía un
elefante con dos cabezas"... y al instante estaban deseosos de saber más.
¿Oh? Sí, pero, Mem-Sahib, ¿cómo lo encontró? ¿Y cómo se las arreglaba para
darle de comer?", o lo que fuese. Les encantaba semejante invención".
(escribe la misma Dinesen).
Nunca se me ocurriría decir que los cuentos de Isak Dinesen son para niños en el sentido despectivo en que habitualmente se utiliza esta expresión; antes al contrario, una de sus mayores virtudes fue la de lograr una fórmula -o más bien seguir una tradición casi olvidada- que podría definirse como de "cuentos maliciosos" -o quizá "cuentos impunes"- en contraposición tanto con los cuentos ingenuos como con los cuentos crueles. Los niños son con frecuencia estas dos últimas cosas, rara vez, en cambio, son maliciosos o quedan impunes.
A la pregunta de si rescribía muchas
veces sus cuentos, contestó: "Oh, sí, lo hago, lo hago.
Es infernal. Una y otra vez". Y
aún lo dejó más claro: "Pues sólo si uno es capaz
de imaginar lo que ha ocurrido..., de repetirlo en la imaginación, verá las
historias, y sólo si tiene la paciencia de contárselas y volvérselas a contar (Je me les raconte et reraconte), será
capaz de contarlas bien".
Hannah Arendt, en un breve ensayo
sobre Isak Dinesen, ha afirmado que lo que ésta hizo es único y no tiene igual
en el siglo XX…
El reino del cuento
-a pesar de los esfuerzos de numerosos escritores contemporáneos por
contaminarlo con modos, con gestos, con ademanes propios de esa bastarda sin
hogar que es la novela- no pertenece a la historia ni está sometido a sus
cambios, como tampoco lo está el del mito.
Hemingway tuvo un momento de lucidez al respecto cuando
manifestó que el premio Nobel que se le entregaba debería haber ido a parar a
manos de Isak Dinesen.
"Ehrengard" es, en algunos
aspectos, un epítome de toda su obra. En esta pastoral concebida a la sombra
del Diario de un seductor de su otro compatriota ilustre, Kierkegaard…
cuentista que sacrifica cualquier regla si le es preciso para la eficacia de la historia, está bien
presente, incluso explícito, el lema que Isak Dinesen adoptó durante la
última etapa de su vida, "A Dios le gustan las bromas".
Según la propia Isak Dinesen,
"todas las penas pueden
soportarse si se meten en una historia o se cuenta una historia acerca de ellas".
…se puede -se debe- convertir la vida en arte
a posteriori, pero difícilmente la idea artística en vida…
…probablemente la reflexión más inteligente… acerca del arte de contar cuentos y que
muestra hasta qué punto aquella anciana baronesa consumida por la sífilis y de
rostro cadavérico en sus últimos años…: "Donde
el cuentista es leal, eterna e inquebrantablemente leal a la historia, allí, al
final, hablará el silencio. Donde la historia ha sido traicionada, el silencio
es tan sólo vacío. Pero nosotros, los fieles, cuando hayamos dicho nuestra
última palabra, oiremos la voz del silencio... ¿Quién, entonces, cuenta mejores
cuentos que cualquiera de nosotros? El silencio. ¿Y dónde lee uno cuentos más
profundos que en la página más perfectamente impresa del más precioso libro? En
la página en blanco. Cuando una regia y valerosa pluma, en su momento de mayor
inspiración, haya puesto por escrito su cuento con la tinta más rara de todas,
¿dónde, entonces, puede uno leer un cuento aún más profundo, más dulce, más
alegre y más cruel que ése? En la página en blanco."
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