domingo, 17 de febrero de 2013

El silencio que sana


—He pasado una hora maravillosa, Nellie, ¿o ha sido más tiempo? Luz y silencio curan todas las heridas; todas menos una, que la curan la oscuridad y el silencio. He descubierto que, si puedo estar en silencio, no echo de menos la conversación inteligente del tipo que solía disfrutar siempre. Es como paliar la fiebre con agua fría.
Me senté a su lado para contemplar el descenso del sol hasta su última zambullida en el Pacífico.
Me gustaría ver amanecer desde aquí —dijo Myra de repente—. Es la hora en la que todo se perdona. Cuando ese primer rayo de sol, frío y brillante, llega por el agua, es como si todos nuestros pecados fueran perdonados, como si el cielo se inclinara sobre la tierra y la besara y le diera la absolución. ¿Sabes que los grandes pecadores siempre volvían a su lugar de procedencia para morir en algún convento, y el abad o la abadesa salían a recibirlos con un beso?

(un pasaje de "Mi enemigo mortal")

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